miércoles, 31 de julio de 2013

Atravesando Mongolia


Miércoles, 24 de julio de 2013

Bueno, pues seguimos:

Después de nuestra primera noche en Mongolia, tocaba madrugar para continuar lo antes posible. Nos levantamos a las siete de la mañana dispuestos a arrancar rápidamente, ya que queríamos llegar ese mismo día a Khovd. Era la etapa más corta, unos doscientos kilómetros, y a priori parecía que iba a resultar bastante fácil…hasta que miramos hacia el coche: primer pinchazo. Tuvimos que vaciar todo el maletero para sacar una de las ruedas de repuesto y las herramientas para cambiarla. Los mosquitos también habían madrugado y empezaron a hacer de las suyas. Finalmente, antes de las ocho de la mañana estábamos en camino. Podrían ficharnos para cambiar ruedas en la F1.




A los pocos kilómetros llegamos a Tolbo, un pueblo que teníamos que dejar a un lado y adentrarnos en las montañas.




El camino se hacía cómodamente, hasta que hubo un momento en el que no sabíamos por dónde seguir, así que paramos a preguntar a una familia de pastores que vivía por allí. Al principio sólo estaban el matrimonio y su hija por allí, pero de pronto aparecieron un montón de “muchachinos”, una niña que nos quería llevar a su ger para enseñarnos un águila, luego llegó el padre de la niña, después otro con un águila envuelta en una manta…y había que estar pendientes de todo, ya que los niños lo tocaban todo y no se quedaron muy conformes con unos lápices que les dimos…




Finalmente, conseguimos enterarnos de cómo se iba a Khovd y continuamos la marcha durante unos kilómetros hasta llegar a un riachuelo que parecía que no iba a tener ninguna complicación… hasta que las ruedas tocaron aquel suelo formado por arena fina y piedras pequeñas. Resultado: el coche encajado en mitad del arroyo. Hubo que meterse “de patitas” en el agua (congelada, por cierto) y empezar a pensar soluciones: empujando para adelante, para atrás, tirando de una cuerda…pero ninguna funcionaba.




De pronto, vimos acercarse una camioneta y pensamos que ya estaba arreglado. Les pedimos ayuda y cuando se pusieron a cruzar el río les pasó los mismo, con lo cual también les tocó mojarse los pies.





Un señor mayor que vivía por allí, y que había seguido la jugada bien de cerca, sin interceder, se prestó a ayudarnos, y fue a por su 4x4, al que atamos las cuerdas que llevábamos, logrando salir de ese océano. El 4x4 ni se inmutó.





En agradecimiento, le dimos a este buen hombre un paquete con seis cigarrillos Marlboro que nos quedaban. Para nosotros eso era un tesoro, pero aquel hombre cogió uno y nos quiso devolver el paquete, a lo que nosotros nos negamos y le insistimos para que se los quedara, y le dimos un mechero para que se encendiera uno, lo cual hizo con cara de desgana. Luego dedujimos que no fumaba, pero por sus costumbres no rechazan los regalos…

Tras este “incidente”, cada vez que tuvimos que pasar un charco, lo que hicimos fue bajarnos del coche e inspeccionar todo el terreno bien, incluso llegando a dar rodeos de más de una hora para rodear unos lagos, ya que cada vez iba siendo más difícil encontrar gente por aquellas zonas.




Tras todo el día conduciendo por caminos llenos de piedras entre las montañas, llegamos por fin a Khovd. María se pone al volante para hacer algún kilómetro más y adelantar un poco la etapa del día siguiente. Hoy hemos hecho 350 kilómetros en una burrada de horas. Nos quedan 1400 para Ulan Bator.











Paramos a dormir al lado de la carretera que están haciendo, y que le quitará mucha aventura al rally dentro de unos cuantos años, ya que llegará casi a la frontera.


Jueves, 25 de julio de 2013

Nos levantamos a las cinco de la mañana. Tenemos mucho camino por delante, y no queremos perder tiempo.

Anoche tuvimos que cenar dentro del coche, ya que había unos mosquitos como buitres. Montamos la tienda en un par de segundos, aunque esta rapidez no evitó que nos frieran. Nos pareció ver un mosquito de éstos llevando una oveja en las garras.


El mosquito en cuestión, ya sin oveja.


Pues eso, nos levantamos temprano, y Javi toma los mandos del cada vez menos bólido.

El chasis está un poco doblado, de tanto golpe con las piedras, y las puertas no abren bien.

Casi no paramos en todo el día. Avanzamos poco, y este avance se hace muy aburrido. Parece que no vamos a llegar, y los ánimos no están muy altos.






Prometo que el último camello no es el mismo que el primero. Por si alguno ha sentido pena.

Es la etapa más dura emocionalmente.

El camino que nos encontramos durante todo el día es muy duro, y el coche empieza a tener síntomas raros.

Se enciende el chivato del control de estabilidad. Le hemos dado tantos golpes a los bajos del coche, que las protecciones de este sensor se han arrancado, y los golpes han seguido dando directamente en él.

Cuando decidimos bajar a ver qué pasaba, los cables están bastante machacados. Nada que no arregle Jose con un buen rollo de cinta aislante roja del chino.

Seguimos por una carretera inacabada, a 35 km/h, traqueteando por las marcas que las máquinas de las obras han creado en la tierra, durante un montón de kilómetros. Además, tenemos que cruzar varios ríos que habían pasado incluso por encima de la carretera.





Una vez que damos un golpe fuerte al coche, notamos que algo va rozando. Aparte de una chapa protectora, Jose descubre que se ha roto la correa del ventilador.

Jose cuenta al equipo que es posible que esta correa, aparte del ventilador y el aire acondicionado, mueva el alternador. Si esto no es así, no pasará nada, pero, en caso afirmativo, puede que nos quedemos sin batería, ya que ésta, sin esta correa, no puede recargarse.

Además, estamos casi sin gasolina, y esto colma la gota de nuestra desesperación. Javi quiere echar de los bidones, y Jose no quiere parar.

Estalla la tercera guerra mundial, dentro de un pequeño coche.

Después de decirse Jose y Javi de todo menos bonito, decidimos continuar con la esperanza de que la correa no mueva el alternador. Quedan unos cuarenta kilómetros para Altai. Javi conduciendo, y Jose atrás. No se hablan.

Con el orgullo por bandera, Javi sigue conduciendo, y Jose no dice nada. Los chivatos del ABS, del control de tracción, del control de estabilidad, y del airbag, se van encendiendo paulatinamente. Después, se enciende el de la batería. Maldita correa.

Llegamos a Altai, y paramos en el primer aparcamiento que vemos. Ya no va ni la dirección asistida, y la batería entra en coma justo cuando estamos aparcando.

Dios dejó caer este taller a diez metros de nosotros, y, tras un rato, y con un poco de ayuda del mecánico, conseguimos poner la correa nueva.




Jose y Javi siguen sin hablarse, aunque cooperan y se ayudan en favor del equipo. Sólo hablan cuando hay que arreglar algo. Parte del cubrecárter se suelta, y tenemos que parar a los pocos kilómetros a poner nuevos tornillos.




Así seguimos hasta la noche. Javi no para de conducir, y no se oye ni una mosca en el coche. María, ya cansada de estos dos, dice que paren el coche, que hasta que no se arregle no se arranca de nuevo.

Dos horas después seguimos igual, aunque por lo menos ya estamos hablando, no gritando.

Los orgullosos animales poco a poco van bajando las orejas, y las aguas van volviendo a su cauce. Alguna broma con María como objetivo empieza a romper el hielo, y un rato más adelante, ya casi estamos como al principio.

Son ya las dos de la mañana, y Jose se anima a darle el relevo a Javi.

Seguimos un par de horas. Se ha rebajado la tensión y ya estamos bien. Parece que necesitábamos decirnos algunas cosas.

Ahora son otras aguas, las del cauce de un río desbordado, las que se colocan delante de nosotros. Allí hay dos gers (las tiendas de los nómadas), y salen varios tipos a decirnos que por 10.000 tugris nos pasan al otro lado, remolcándonos con un tractor. Contestamos que no, que vamos a buscar un puente. Se ríen. Después de dar varias vueltas buscando la manera de pasar el río por otros sitios, volvemos a preguntarles. Ya son 20.000 tugris. Regateamos un poco el precio y al final nos ayudan a pasar por 15.000 tugris. Sin el tractor hubiera sido imposible, ya que el agua llega hasta la luna delantera del coche. Os ponemos unos vídeos del momento:




 









Después de esta nueva experiencia, de la que Javi aún no se ha recuperado, seguimos avanzando durante un rato más, y a las cuatro de la mañana decidimos parar a descansar un poco, para continuar sobre las ocho de la mañana del viernes y hacer el asalto final a Ulan Bator…

Continuará…
















lunes, 29 de julio de 2013

¡Lo que cue$$$ta entrar en Mongolia!

Hola, amigos,

No hemos podido subir la crónica hasta ahora. Sabemos que algunos habéis estado preocupados, ya que no hemos dado señales de vida durante cinco días. Muy difícil hacerlo.

Previously, in Nafanchez Mongol Rally Team…

Rusia, sábado 20 de julio de 2013.

Íbamos de camino a la frontera de Rusia con Mongolia. Cruzar la cordillera de Altai, una carretera llena de curvas, con buen asfalto, fue un placer. Una pena no haberlo hecho de día, ya que el paisaje es realmente espectacular, aunque pudimos hacer alguna foto al final del camino, gracias a que aquí amanece a las 04:30.






Habíamos leído en algún sitio que la frontera cerraba los domingos, así que condujimos sin parar desde la República Checa, con la intención de llegar el sábado. Las carreteras rusas nos impedían avanzar a buen ritmo, por lo que no podíamos parar ni un segundo.

Ante el agobio de dos tercios del equipo, porque era sábado, y cada vez quedaban más kilómetros, Jose decide dar una buena noticia.

En el librillo que nos habían dado el día de la inscripción, ponía que abrían los domingos. Tenemos pruebas de ello.

Con los ánimos renovados tras la noticia, Javi, después de una larga jornada de conducción, dejó los mandos de la máquina en manos de Jose, quien, ya de día, condujo hasta la frontera, pasando por el último pueblo de Rusia: Tawahta.





La frontera cierra los domingos. Jose habla con el militar ruso que estaba allí vigilando, y nos dice que nada, que tenemos que volver el lunes. La primera en la frente.

Volvemos hacia atrás. María conduce ciento cincuenta kilómetros hasta una especie de hostalillo rústico, donde nos quedamos a dormir por 2000 rubli, unos 50 euros.

Es un poco cutrecillo, pero nos permite alimentarnos y descansar decentemente, ya que desde la salida sólo habíamos dormido en el coche en turnos de uno.

También nos permite tomarnos unas cervezas con varios amigos rusos que nos echamos allí, después de explicarle a la hija de la dueña del hostal cómo se hacen las fotos en el siglo XXI, y descubrir su gran parecido a Uma Thurman.








También aprovechamos para visitar el pueblo y comprar algunas provisiones. Comprobamos que las calculadoras tampoco se les dan muy bien a los rusos por aquellas tierras, y siguen usando el ábaco para echar las cuentas.




A la mañana siguiente, nos levantamos temprano, y partimos hacia la frontera. La parte rusa la pasamos sin problemas, después de que un perro oliera el coche por dentro para buscar drogas o armas, y huyera despavorido cuando asomó el hocico.

Un camionero ruso se rió bastante cuando le dijimos que qué malas las carreteras rusas. Dijo que si esas nos parecían malas, las de Mongolia…

La frontera de Mongolia está unos diez kilómetros más adelante. Habíamos perdido casi todo el día para pasar la frontera rusa y pensábamos que lo más difícil ya estaba hecho. Total, que llegamos a la frontera mongola y lo primero que hacen es “desinfectarnos”, que consiste en echar un poco de un líquido en las ruedas del coche y cobrarnos 1.000 tugris (moneda mongola). No debe de ser muy efectivo aquel mejunje, porque el lugar estaba plagado de mosquitos.

…Y ahora viene lo bueno: nos inspeccionan el coche y la documentación en unos segundos, después teníamos que ir a un edificio para sellar los visados y hacer el papeleo del coche. Uno de los jefes, muy sonriente, nos indica con señas que nos vamos a quedar a dormir allí. Muy gracioso.
Cuando parecía que ya estaba todo arreglado, nos dicen que falta por pagar una tasa de importación del coche, que estaba sin pagar por la organización del rally, y que nos toca quedarnos allí hasta que reciban el pago. No nos lo podíamos creer, y es que, según parece, ellos no pagan las tasas hasta que ven que van llegando los coches, y así se ahorran el dinero de los que no llegan a Mongolia. Muy mal por su parte porque esto nos hace perder otro día y ya eran dos seguidos sin avanzar.


Nos hacemos fuertes en la explanada de la frontera, y para pasar mejor la noche, preparamos un fuego con el que ahuyentar a los mosquitos y calentarnos una lata de callos, ya que no fuimos capaces de calentarla sobre el motor del Peugeot. También nos tomamos una botella de dos litros de cerveza que nos vendieron en el pueblo (nosotros podíamos salir, pero el coche no) y una botella de vino de los Tempranillo Team, para entrar mejor en calor, ya que allí hace un frío que pela por las noches.











Nos dicen que mañana a las nueve tenemos los papeles, y que nos vamos.


MARTES, 23. FRONTERA MONGOLIA.

Nos levantamos temprano, para limpiar los restos de la hoguera, y presentarnos, antes de que abran, en el edificio mongol.

Estamos allí antes de las nueve. Nadie nos hace caso, con lo cual, a medida que pasa el tiempo, nos vamos poniendo más nerviosos.

A las diez de la mañana, por fin se acercan a nosotros, y nos dan un papel para rellenar. También nos revisan el coche de nuevo. Parece que esto marcha.

12:00 h. Después de un par de horas sin saber nada de ellos, nuestro nerviosismo está ya en cotas bastante altas. Jose y Javi acorralan la habitación de los funcionarios, uno por cada lado, paseando constantemente para que se les vea. No funciona, y nuestra mala leche se acrecienta cuando vemos que no paran de reírse, y que pasan el tiempo jugando al Counter Strike, y a otros juegos de ordenador. En la foto no se aprecia muy bien, pero la pantalla marrón es el Counter Strike.



El jefe de Inmigración nos llama a su despacho, ya que observa un terrible problema en nuestros visados, ya que el segundo apellido no sale completo, debido a que no hay espacio en él. La solución técnica del susodicho, fue modificarlo a base de Tipp-ex y bolígrafo azul. Por este difícil trámite, y tremendo sobreesfuerzo, nos cobra 5 €. Lo pagamos. Parece que esto marcha.

14:00 h. Se van a comer hasta las tres. Antes de eso, nos ha dado tiempo a darle un par de voces al funcionario de las risas, ya que no entendemos que en Ulan Bator nos digan que está todo Ok, y aquí no nos lo hagan. Javi y Jose se ofrecen a pagar la tasa. Cuando nos dice que son 2.500 dólares, los que no pueden contener la risa son estos dos, y se ríen en cara del funcionario.

15:00 h. Vuelven de comer. Nos ponemos otra vez de pie, y empezamos nuestro paseo de rutina rodeando la habitación funcionaria. Ya no juegan al ordenador, Jose se ha encargado de decirle a tres franceses en furgoneta, en voz alta, que no paran de hacerlo. Al oírlo, uno de ellos les dice a los otros que paren.

17:00 h. Nos llama el Custom Broker, y nos dice que vaya el propietario del Peugeot. Javi va para allá. Empiezan a rellenar el formulario. Parece que esto marcha.

18:00 h. El Custom Broker le dice a Javi que sus servicios cuestan 7 dólares. Al no tener cambio, y sólo disponer de un billete de diez, le decimos que si salimos en cinco minutos, que se quede con el cambio. Él dice que en diez minutos.

18:50 h. Después de dos días intentando entrar en Mongolia, nos sellan los papeles, previo pago de una nueva Tax de 10 dólares. Si nos dicen eso por la mañana, llevaríamos mucho tiempo ya en Mongolia. Por supuesto, a pesar de tardar cincuenta minutos, excediendo en cuarenta los diez minutos pactados, los 3 dólares de vuelta no nos son reembolsados.



18:51 h. Sin más dilación, arrancamos el coche, abrimos nosotros mismos la verja de salida, y nos vamos a Mongolia.

Nos dirigimos a Olgii, y lo cruzamos. Aquí empiezan las buenas carreteras mongolas. Después de darle unos buenos toques a los bajos del coche, y al ser bastante tarde, decidimos montar la tienda, ir al baño, no cenar, y descansar un poco.

Los mosquitos aquí son cada vez más grandes. Aun así, las vistas merecen la pena.




 Mañana seguimos...







lunes, 22 de julio de 2013

Moscú-Siberia


JUEVES 18-VIERNES 19 y SÁBADO 20

Nuestro gozo en un pozo…

Camino ya de Moscú y con la noche encima vamos descubriendo el auténtico estilo ruso de carreteras: tenemos las nuevas sin pintar llenas de baches, las viejas llenas de baches y las que están en obras, que son la mayoría del país por lo que vamos descubriendo.
A mitad de camino empezamos la fiesta de las obras, carreteras principales hacia Moscú que según nos vamos acercando nos va dando más miedo ya que cuando no roza el tubo de escape, crujen los amortiguadores, pero allá que vamos.



Afortunadamente, antes de llegar a la circunvalación de Moscú, puesto que ninguno de los machos quería llevarme a la Plaza Roja por no meterse en las profundidades de la ciudad y perder tiempo, decidimos hacer el cambio de conductor, o de pringao de turno, o de hombre-alcayata que es como vamos a terminar al final. Jose pasa a copiloto y yo a conductor, mientras Javi sigue con su siesta en el zulo del coche.

Pensábamos que la cosa iba a ser rápida, pero rodear Moscú significa perder 2 horas de viaje, si no teníamos bastante con las obras en la carretera, nos toca esperar en un cruce de tren 1 hora y media, puesto que tenían que pasar todos los trenes de Moscú en ese mismo momento y, conforme avanzábamos nos dimos cuenta de la cantidad de tranvías y trenes que tienen los rusos.



Continuamos por las grandes carreteras y ya empezamos a pensar en que la llegada a la frontera con Mongolia, viendo el estado de las carreteras, va a estar difícil que sea antes del domingo.
Pasamos por Kazán y cruzamos el río Volga, o eso creemos porque ya a estas alturas de leer nombres en cirílico la vista no da más. Yo me hubiera dado un baño ya que el cuerpo me lo pide, pero claro, retrasarnos unos minutos es imposible de pensar para mis dos acompañantes, así es que, nada, con la mugre p´alante.










Nuestra meta del jueves era Ufa. Pensando que llegaríamos antes, nos dío la madrugada, y al vernos sin ninguna gasolinera abierta ni área de servicio, ese día fue como el Viernes Santo, ayuno y abstinencia.


Madrugada, pasamos Ufa y me toca conducir camino de Omsk…empezamos bien el turno con diluvio universal y carreteras de las que me gustan, sin pintar, en obras y llenas de camiones que me van echando oleadas de agua y barro al cristal. Total, 2 horas de carretera infernal yendo a 40 por hora y en ocasiones hasta a 60.

Pasamos los montes Urales y admiro la belleza del paisaje mientras escucho de sintonía a mis machos: roncando y babeando, así da gusto viajar. No tenemos fotos puesto que yo iba pendiente de no estamparnos y ellos en sus dulces sueños.

Durante el camino, vemos varios accidentes, un choque y un camión tirado en el arcén, que pocos me parecen, tal y como están éstos caminos de cabras, que vamos dando zumbídos a los amortiguadores cada 2x3.









Bajando ya al sur de Rusia y cruzando la zona de Siberia el camino sigue igual, aunque las carreteras lejos de Moscú son algo mejores. Viernes por la noche, tras cenar por fin en un área espléndida, donde incluso había pan y pudimos coger para los días venideros,  los machos observan k las luces se han fundido por lo que se apean y empiezan a observar que…no saben desmontar el faro o encontrar la luz exacta ya que se encuentra un poco enrevesada. Como no somos capaces de desmontar la luz corta fundida, decidimos continuar con las largas. Quedan sólo cuatro horas para que amanezca, así que no deslumbraremos mucho. Unos minutos después, se nos funde la luz larga derecha. Continuamos.

Ya de día encontramos una gasolinera donde hay luces para el Peugeot. Compramos un juego, y lo cambiamos. Espero que nos sirva más adelante.














Sábado por la mañana, ya tenemos claro que a Mongolia llegamos de madrugada puesto que nos quedan muchos km por delante aún. Desayunamos en una gasolinera para coger wifi y estirarnos un poco fuera del coche por que se nos va notando la doblez de ir sentados tantas horas. En la cafetería preguntamos si tienen ducha y nos dicen que sí, que 25 rublos cada uno, total perfecto porque por 70ctms íbamos a despojarnos de nuestra costra. Preparamos todos los bártulos y allá que vamos, pero al llegar, sale una rusa, por no decir rusona, ya que podía darnos un guantazo a los 3 juntos, y nos dice que no, que son 150 rublos por persona, nuestro gozo en un pozo! Continuamos el viaje…nos cruzamos varias veces con el tren Transiberiano que cruza al lado de la carretera.







18:30 de la tarde en Barnaúl, a 500km de la frontera con Mongolia, paramos para sacar dinero en un cajero e intentar cambiarlo a dólares. En Mongolia no aceptan otra moneda que no sea el tubrik mongol o los dólares. Otro gozo en el pozo, los bancos han cerrado a las 18:00 por lo que cargados de rublos nos disponemos a ir hacia la frontera y ver si podemos cambiarlos antes o quedárnoslos tan ricamente en el bolsillo porque ni allí sirven para nada y a nosotros, de vuelta a España, menos.





Esta noche la pasaremos en el coche (para variar) esperando a que abran la frontera y entrar por la mañana, así es que hasta nuevas crónicas, esto es todo amigos!
Pd: por fin el agua ha llegado a nosotros, que pulcritud y olor a ropa limpia, de echo, parecíamos más morenos antes… la próxima crónica podréis observar nuestro cambio de vestuario.

Javi, Jose y María















viernes, 19 de julio de 2013

Camino de Moscú


,Hola de nuevo,

Antes de nada, unas fotillos de la salida de ayer, que no habíamos puesto ninguna:




En esta foto salen Rubén, del Tempranillo Team, Jose y María. Donde está la banda tocando es por donde pasamos todos los coches antes de salir.

Esta es la banda, The Bridge Band. Nos los encontramos el lunes por la mañana tocando en el puente de Carlos, en Praga, y nos han estado acompañando desde el lunes por la tarde, hasta la salida.



Una vez terminamos todas las presentaciones y acabó el show, todos los coches partimos a la carrera. Pasamos Pilsen y Praga de nuevo, y continuamos hacia Brno, desde donde subimos a Polonia. Casi todo autovía, menos los últimos cien kilómetros de Polonia, que son un engorro, porque no pasas de 70 km/h, y cada muy poco hay un pueblo.

Llegamos a la frontera de Polonia con Ucrania sobre las doce y media de la noche, y estaba hasta arriba de coches. Nos toca esperar.


Delante de nosotros había un coche con matrícula española. Cuando el conductor se bajó del coche, Jose les gritó ¡Paisanooooos!, y al no obtener respuesta  tipo ¡¡¡¡¡hombreeeee!!!!!!, empezamos a dudar de su origen hispano.

Cuando bajó su compañera de viaje, una rubia con cejas rubias, se disiparon las dudas, no eran españoles.

Al ver que nosotros no éramos rubios con cejas rubias, se acercaron a saludarnos. La chica vivía en España desde hace doce años, y él, su padre, también había vivido allí durante un tiempo.

Al rato de espera, nos dimos cuenta de que había una señal en la parte polaca de la frontera, con un símbolo de la Unión Europea, con una flecha a la izquierda, y otra al lado en la que ponía “todos los pasaportes”, con una flecha a la derecha.

Nos llevamos a la chica a que nos haga de traductora con los policías polacos, a ver si había suerte, y podíamos pasar por el carril para los europeans.

¡Podemos! Nos hemos ahorrado 60 coches, y dos o tres horas de espera. Anda que si no llegamos a preguntar…

En la parte ucraniana, ante nuestro asombro, tampoco tenemos ningún problema, y pasamos rápido. Ya estamos en Ucrania.

Continuamos hacia Kiev, que está donde Cristo dio las tres voces. Todo es carretera secundaria hasta Pivhe (Rivne), a unos 300 de Kiev.

Llegamos a Kiev, sin más problemas que el de encontrar wifi para enviar nuestras crónicas.




Para llegar a Rusia, Jose tomó en 2011 la carretera que va a Kharkhiv, hacia el este de Ucrania. Es la misma que cogí yo en 2012, pero en sentido contrario. Sabíamos que la carretera era buena, casi todo autovía, pero nos hemos arriesgado yendo al norte de Ucrania, hacia Moscú, intentando ahorrar algo de tiempo al evitar el tráfico del sureste.

Ni un mísero kilómetro de autovía,

Seguimos poco a poco. A lo lejos hemos visto un camión en el arcén, y a un hombre dándole patadas. Nuestra primera reacción ha sido echarle una foto, y luego echarle un cable, pero al ver su cara cuando ha saltado el flash, nos hemos pensado muy seriamente lo del cable. Lo mismo ha colocado él mismo el camión en el arcén a patadas, y nos ha dado un poco de miedito.






Nos está lloviendo bastante, y hemos visto mucha policía, así que, para evitar a los policías con pistola-radar, nos hemos situado detrás de este camión, que va a buen ritmo y, ya de paso, nos ahorramos gasolina con el tema del rebufo y esas cosas. Esta teoría es de Jose. A mí sigue sin convencerme.





Llegamos a la frontera tras unas cuantas horas. Otra frontera de Ucrania. Por experiencias propias, las tememos más que a las rusas.

Según nos vamos acercando, hay una cola de camiones de unos cuatro kilómetros. Esa gente duerme hoy aquí. Por suerte, esa cola sólo es para camiones, y los adelantamos a todos. Tenemos unos veinte coches delante, pero hay varias ventanillas, así que nos ponemos detrás de cuatro coches.

El primer contacto que tenemos es un ucraniano que nos pregunta si somos de España. Le decimos que sí, y dice: ¿Murcia? Seguro que conoce Murcia porque Camacho es de allí.

Estupefactos respondemos que no, que de Cáceres, y acto seguido nos pregunta por el Real Madrid y Cristiano Ronaldo. No podía ser de otra manera.

Nos revisan el coche muy a la ligera, damos los pasaportes, los sellan, y continuamos hacia la zona rusa.

Allí nos dan un papelito a cada uno para rellenar. En la casilla de “Pasaporte, u otro tipo de identificación”, Jose pone Passport. No pasa nada, escribe el número del pasaporte encima, y tiramos palante. Nos dan también un folio para rellenar con los datos del coche. Está en ruso, y no se entiende, así que pedimos uno en inglés. No hay en inglés. Ésa es muy buena. Ponemos la misma cara que se os pondría a vosotros leyendo en ruso, así que el amable militar que nos había atendido nos pide los papeles del coche, y nos lo rellena él mismo. Un diez por él.

Vamos a mandar a nuestros amigos del Tempranillo Team una foto de dicho papel, por si cuando pasen ellos por Rusia, no se portan tan bien.

Mientras el amigo nos rellenaba el papelito, otro militar, con el uniforme de camuflaje azul de los rusos, se acerca a nosotros y nos pregunta que si somos de España. Luego le dice algo al otro en bajo, y éste nos pregunta que cuál es la moneda de España.

Nuestra primera reacción fue decirle que la moneda de España es la que no iba a oler esta vez, pero agachamos la cabeza, y contestamos que el Euro. Los AK47 duelen.

Así que, en cuanto tenemos el papel relleno, vamos al control de pasaportes, y en cinco minutillos estaba todo sellado. En ese momento vemos que el militar de azul, el usurero, volvía de no sabemos dónde, dirigiéndose hacia la posición de los de los euros.

Jose le pregunta a otro que si podíamos irnos ya con eso firmado, le dice que sí, y arrancamos el coche rápido, dejando atrás al usurero de uniforme azul.

Las dos fronteras de Ucrania, y la primera de Rusia, sin soltar un solo euro de propina obligada. No lo diré muy alto, que todavía nos quedan dos.



En la próxima entrega os contarremos qué tal nos ha ido en Rusia.

¡Un abrazo a todos!